Lo malo es más poderoso que lo bueno: hay que a usarlo para nuestro beneficio
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Nuestro cerebro reacciona con más vigor a los acontecimientos malos que a los acontecimientos buenos
Empecé a pensar en el poder de lo negativo porque he notado que incluso los artículos positivos de los medios tienden a encabezarse con un título ligeramente negativo, ya que al hacerlo venden más titulares. El sensacionalismo malo es particularmente cautivador y atrae a más lectores, y en última instancia, hace que las noticias y los periodistas que las publican atraigan mayor tráfico y generen más ingresos por visitas y anuncios. Según varios estudios sociológicos, las noticias negativas se perciben como más veraces que las noticias positivas o neutras, y parecen ser validadas por más lectores. Esta tendencia es conocida como el sesgo de la negatividad “negativity bias”.
He estado analizando el poder de lo que es negativo, para desarrollar estrategias para los emprendedores y las emprendedoras que asesoro, para ayudarles a transformar lo negativo en positivo y al mismo tiempo creando nuevas oportunidades. Estas estrategias están inspiradas por muchos estudios de la Neurociencia, así como por el libro escrito por John Tierney y Roy Baumeister, “El poder de lo malo: cómo nos gobierna el efecto de la negatividad y cómo podemos gobernarlo”. Una nota curiosa mencionada por Roy Baumeister en uno de sus artículos en Psychology Today, afirma que una noticia negativa cuando se presenta junto a otra positiva, suele ser leída siete veces más que las positivas.
Tu cerebro es tu enemigo
Tu propia mente puede ser tu mejor amigo o tu peor enemigo, dependiendo de cómo te relaciones con ella. Solo ten en cuenta que “nuestro cerebro es muy hábil en suprimir las buenas noticias cuando no importan tanto, pero al mismo tiempo es menos riguroso ocultando las malas noticias irrelevantes” (El poder de lo malo). Esto es, en su mayor parte, consecuencia de la amígdala cerebral, la parte del cerebro que se encarga de hacernos sentir emociones, y que es responsable por la respuesta a situaciones de riesgo. A veces, la amígdala entra en estado de emergencia simplemente al percibir amenazas derivadas de sutiles sonidos, mensajes de textos o al timbre del teléfono…